13.08.2015

Vainilla – Palabra del día

Por desgracia, últimamente la vainilla ha adquirido la fama de ser un sabor, digamos, aburrido. Para ser algo que se ha convertido en sinónimo de soso y «poco arriesgado», pocas especias son tan versátiles o tan caras como la vainilla. Superada en precio únicamente por el azafrán, la vainilla se usa ampliamente en la creación/elaboración de perfumes y en aromaterapia, a la vez que como aditivo culinario, ya sea sola o como complemento de otros alimentos.

Igual que el maíz y las patatas, la vainilla era totalmente desconocida para los europeos antes de su descubrimiento por parte de los exploradores españoles a principios del siglo XVI. Originariamente, la palabra azteca para vainilla era tlilxochitl, que significaba «flor negra», sin embargo, los españoles le pusieron el nombre de vainilla, diminutivo de vaina (cáscara), haciendo referencia a la pequeña cáscara seca de la que se obtiene el fruto oloroso de este género particular de orquídea.

Los primeros en cultivar la vainilla fueron los totonacas, quienes habitan actualmente en el estado de Veracruz, en México, por lo que hasta mediados del siglo XIX México fue el principal productor de vainilla.

La exportación de la planta a la isla de Madagascar por parte de empresarios franceses, así como el descubrimiento de Edmond Albius de la polinización artificial, dispararon su cultivo, con una producción de 250 toneladas ya a finales del siglo XIX. Aunque los métodos de producción modernos han ampliado enormemente su disponibilidad (los tres productores principales, Madagascar, Indonesia y China, producen más de 10 000 toneladas en total), sigue siendo difícil satisfacer la demanda mundial y, por este motivo, se estima que el 95 % de los llamados productos de vainilla están sazonados con vainilla artificial derivada de la lignina.

El primer uso conocido de la palabra vainilla se encuentra en la obra de Henry Stubbe de 1662 The Indian Nectar (El néctar indio), donde, al explicar la composición del chocolate español/mexicano, escribió: «Añadieron… vainilla [al chocolate] con fines gustativos y para fortalecer el cerebro».

Aparte de su uso como aditivo a otros alimentos, en el ensayo Essay Concerning the Nature of Ailments (Ensayo sobre la naturaleza de las dolencias) de 1731, escrito por John Arbuthnot, aparece la primera mención a los aceites esenciales de vainilla: «Mezclado con vainilla o especias; [el chocolate] adquiere tanto las cualidades buenas de los aceites aromáticos como las malas».

En 1830, John Lindley volvió a mencionar el potencial aromático de la vainilla en su obra An Introduction to the Natural System of Botany (Una introducción al sistema natural de la botánica), el cual más adelante atraería a la industria de los perfumes: «La sustancia aromática conocida como vainilla es el fruto suculento de una planta trepadora de la India Occidental de la clase [Orchideae]».