03.03.2016

Plan – Palabra del día

Ahora que hace ya varias semanas que ha empezado el 2016 y las festividades de las vacaciones han dado paso a la insipidez del mes de enero, va siendo hora de llevar a la práctica los propósitos de año nuevo y las promesas que nos hicimos a nosotros mismos en la sobriedad del día de Año Nuevo. Para la mayoría, estos propósitos implican realizar cambios en nuestra forma de vida: perder peso, ponernos en forma, comer de forma saludable o consumir menos alcohol o cafeína. Aunque las intenciones son buenas, más a menudo de lo que nos gustaría, solemos incumplir nuestro propósito ya en los dos primeros meses del año debido a que nos falta un elemento fundamental: un plan.

La palabra «plan» proviene del latín planum que significa «superficie lisa o nivelada». Dado que esta raíz dista tanto de lo que hoy en día entendemos por esta palabra, que actualmente tiene el significado de «propósito organizado o estrategia», puede resultar complicado comprender la lógica que se esconde detrás. Con el paso del tiempo, la idea de ser una «superficie lisa» empezó a incluir el concepto de dibujo o diseño realizado sobre una superficie lisa: el uso de esta palabra para designar un dibujo o diseño sobre una superficie lisa adoptó una interpretación más amplia gracias a su uso en el ámbito militar. Sin embargo, la palabra inglesa proviene del término francés plan usado a mediados del siglo XVI y que por aquel entonces se empleaba en el sentido de «vista en planta o mapa».

Según algunas de las estadísticas, para ser que para mantener nuestros propósitos de año nuevo cualquier ayuda es poca. De acuerdo con el Statistics Brain Research Institute, el 62 % de los estadounidenses se fijan propósitos de año nuevo, aunque el 49 % reconoce que el éxito suele ser poco frecuente (probablemente se abandona el primer o segundo mes) y solo el 8 % realmente cumple su propósito a largo plazo. Asimismo, aunque las personas que se fijan propósitos en situaciones como esta tiene mayor predisposición a cambiar sus estilos de vida que las personas que no se fijan propósitos, el 24 % de los que los que sí se fijan propósitos fracasan constantemente en su objetivo de cumplirlos (a pesar de que estas cifras hacen referencia a los estadounidenses, podemos asumir que, independientemente de la nacionalidad, todas las personas son iguales). Quizás, el problema está en que quien fracasa a la hora de planificar, planifica un fracaso.

Prueba del modo en que el uso de esta palabra en el ámbito militar alteró nuestra comprensión de la misma es que el primer uso conocido de la palabra inglesa fue en la obra Varieties de David Person en 1635, en que el autor escribía: «En cuanto a la coordinación de nuestras tropas y batallas, nuestros planes modernos son casi comparables a los de los tiempos antiguos, sin embargo, nuestros sitios, el asedio a poblaciones e instrumentos de guerra sobrepasan los suyos». Casi medio siglo después, en la obra His Majesty’s Declaration Defended de John Dryden (1681), vemos cómo la palabra «plan» pasa de usarse en asuntos militares a usarse en cuestiones más civiles: «¿Qué será de esos ingenios tan especulativos que idearon el plan de este nuevo gobierno y quién derrocó a los antiguos?» Por último, en el siglo XX, nuestra palabra empezó a emplearse en el plano personal: Edward M. Forster escribió en Howards End (1910): «Helen escribió una postal poco convincente desde la costa del lago de Garda diciendo que sus planes eran inciertos y era mejor ignorarlos».